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lunes, 18 de julio de 2011

Un té con limón (Segunda Parte)


- Lamento si el té se enfrió. Sucede que usted tardó mucho allí arriba que tuve que ir a buscarlo. - Dijó la anciana mientras le ofrecía una taza verde con una flor en la parte de enfrente. 
- Ah ... Cierto, lamento haberme demorado. Pero ... ¿Creeí que no podía subir las escaleras señora?- Exclamó el hombre mientras tomaba su primer trago del té. 
- Bueno, tengo mis trucos joven. No subestimes a una ancianita como yo. Los años me han dado mucha experiencia, algo que la gente de este barrio no suele apreciar. Generalmente piensan que soy una anciana ingenua y confiada. Seguramente habbras escuchado hablar de mi, por eso has venido a tocar mi puerta. ¿No es así? - Sonrío amablemente Beatriz mientras le servía un poco más de té a su invitado.
- Ah decir verdad, si. Ya sabe usted es famosa entre  las personas de la calle. Me refiero a los necesitados. Somos gente humilde, pero nadie no da una mano, piensan que somos ladrones, asesinos, sucios. Usted es realmente un angel para nosotros nunca le haríamos algo malo - Mentía el hombre mientras tocaba en su bolsillo los collares de perla que había robado unos minutos antes.  
- Lo se. Se que hay algunos que no se atreverían a cometer un crimen en mi casa. Pero ¿Usted no es uno de ellos, verdad? - El hombre abrió la boca para responderle o defenderse pero la mujer siguió hablando. - No creo que sea un hombre necesitado como todos. No creo que sea necesitado de collares de perla. ¿O si? - Al terminar estas palabras, el hombre empezó a sentirse mal, la lengua le quemaba  y la visión se volvía algo borrosa no sabía que estaba pasando - Vera , como le dije me tienen en el vecindario como una anciana bastante ingenua y confiada, pero ya vera usted que no es así. Corro riesgos en dejar a entrar gente de la calle a mi casa, pero me se defender de la gente que quiere hacerme algún daño. Por eso le dí este té con limón. - Las palabras le atravezaron los oidos al hombre como un cuchillo. ¿Qué tenía el té?. ¿Veneno?. Sea lo que sea estaba haciendo efecto sobre su cuerpo. Las piernas no le respondían, estaba paralizado. 
- ¿Qué hizó vieja loca?, ¿Qué me dio para tomar? - Gritó desesperado el hombre mientras caía de su silla sin poder levantarse. Ya se estaba quedando dormido cuando escucho la respuesta de Beatriz como un sonido lejano. Ella dijó:
- Sólo un té con limón, señor. -

 

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