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sábado, 15 de octubre de 2011

El día que mi cerebro deje de funcionar como corresponde (o lo que para mi es normal) será el día que deje de tener una historia por inventar, mientras tanto fuck you J.K Rowling ya te voy alcanzar.

Manos Asperas.

Sus ojos no paraban de moverse de un lado al otro, totalmente enloquecidos de amor y lágrimas, pero de las buenas que uno tiene cuando se siente realmente emocionado y felíz. Quedarse quieta le parecía algo imposible, su mente estaba moviendose en libertad y ella no iba a quedarse quieta. Necesitaba volver a sentir sus manos asperas que solían tocarla todas las noches. La respiración sobre su nuca mientra él besaba su cuello con ternura era una sensación que hace muchos meses ella no sentía, tal vez era esa la razón de la adrenalina que dominaba su cuerpo al ver el barco desembarcar enfrente de ella y otras miles de personas más, quiénes por cierto, no dejaban de empujar con fuerza para abrirse paso como todo aquel en el puerto. Los gritos sesaron en cuanto los primeros soldados comenzaron a bajar a tierra firme, un clima de emoción se sentía en el aire. Y con el primer hombre se escucharon los primeros gritos de felicidad, seguramente provenientes de su familia. Luego de este los demas soldados se desesperaron por desembarcar mientras los gritos y empujones por acercarce a los soldados se aumentaban más y más. Isabel a lo lejos visualisaba el barco lleno de personas pero no se detía a mirar a ninguna hasta que sus pupilas embriagadas de lágrimas lo encontraron. Y ahí estaba él, igual que siempre, impecable. Sus manos asperas estaban decoradas por un anillo de bodas que relusía gracias a la luz del impotente sol que cubría el cielo, pero Isabel no quería que esas manos le tocaran su espalda, ni sus piernas, ni su pelvis, lo único que quería que sus manos asperas tocaran era su barriga y de sólo imaginarlo se le doblaban las rodillas de nervios.