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miércoles, 29 de junio de 2011

Todo esta bien esta noche.

Una mañana igual que todas. Se despertaba con el sonido de las sirenas, eso significaba que era hora de irse al bunker para resguardarse de las bombas que los aviones alemanas arrojaban desde el cielo. En las calles ni una persona caminaba. Sólo había escombros por todos lados, escombros de edificios derribados, casas destruidas y vidas robadas. Hacía años que la Segunda Guerra mundial había empezado y junto con ella una matanza mundial. En una casa una joven corría a cuidarse de las bombas con dos niños de 6 y 10 años. Ella parecía de unos 17 años. Se notaba la madurez excesiva para su edad y la frialdad en sus ojos tristes. Seguramente producto de lo vivido los últimos años. El bunker familiar era una habitación más en la casa casi destruida. En sus paredes yacían fotos por doquier. En ellas 5 personas posaban felices abrazados. Pero en el lugar sólo había 3 personas. Tres niños. Janet, la mayor, contaba cuentos a sus hermanos para poder acallar los estruendos de las bombas. Un sonido totalmente normal de ese entonces, pero no por eso menos traumatico y atemorizante. Los niños reían, indiferentes de todo lo que ocurría en el exterior. Eran felices en su mundo de juegos, un mundo donde ninguna guerra entraba y ninguna sirena sonaba para avisar la llegada de las bombas. 
Ningún mundo imaginario hacía olvidar a estos tres niños que faltaban dos personas con ellos. Una mujer y un hombre, sus padres. Ellos se habían marchado obligatoriamente a la guerra hacía años. Así es como Janet se convirtió en mamá y papá de sus hermanos menores hasta que volvieran sus padres, o ese era el plan. Los estruendos dejaron de sonar y luego de unas horas se empezó a escuchar en la radio un anuncio : " Gracias al cielo, termino la guerra alemania fue derrotada, ojala lleguen a salvo los soldados y enfermeras a cada hogar ". La alegría se intensificó en los ojos de los niños y la ilusión de volver a ver a sus padres se apoderó de ellos. Pero había que tener precaución por eso Janet decidió salir a las calles al día siguiente. Esa noche durmieron los tres apretándose las manos soñando con el reencuentro que podía ocurrir o no. Nadie les aseguró que sus padres seguían con vida pero algo les daba esperanza, un sentimiento que no sentían hace mucho tiempo.  El último recuerdo consciente en sus mentes fueron esas fotos, las que decoraban las paredes con imágenes alegres y confortables. Mientras dormían un mensajero llegaba a la ciudad para avisar a las familias los fallecimientos ocurridos durante la guerra, tal vez en esa lista estaban los nombres de los padres de estos niños pero no importaba. Esa noche la Guerra había terminado llenando de ilusión a todos. Esa noche era la primera en la que todo estaba bien. 

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